domingo, 27 de febrero de 2022

Una parker en mi memoria

Doce o trece habré tenido cuando padre llegó a casa con dos biromes Parker, preciosas, con un brillo que jamás había visto en una lapicera. En ese momento vivíamos en el pueblo y él llegaba de la ciudad, donde pasaba mañanas enteras comprando tabacos, encendedores recargables con bencina y algún que otro chiquitaje que le llamara la atención (sí, a papá le gustaba acumular pequeñas reliquias).

Padre y su boina, su barba blanca amarillenta por la nicotina, las yemas de sus dedos con la notable forma que adquirían al apretar las teclas de su bandoneón. Padre y su voz vibrante, su forma exquisita de pronunciar hasta las palabras más burdas. Padre y las Parker que me trajo de regalo, como si hubiera sabido tempranamente que su hija preadolescente llevaría el destino marcado por la tinta y las letras. ¿Será que su hermana, mi tía Tere, en alguna de sus visiones, se lo dijo allá por los años 90?

Lloré una mañana, de culpa, cuando me di cuenta que las lapiceras ya no estaban conmigo. Más que aferrarme al objeto, no podía desapegarme del recuerdo y de la carga emocional de esos brillos que mi padre me había regalado unos cuantos años atrás. Esa mañana de llanto, padre ya había muerto. De él sólo pude conservar algunas fotos del ochenta y pico, mucho antes de mi nacimiento, cuando recién comenzaba a conocerse con mamá, su amada Chiqui. Fotos viejas, cartas que se escribían durante el primer tiempo de su relación a distancia, su cajita de lata donde guardaba paquetes de tabaco, papel para armar cigarros, pipas y cositas que complementaban el vicio. También conservé, durante algunos años, sus frascos de perfume hasta que, en 2020, saliendo yo de una gran crisis, me liberé de esos objetos y lo dejé morir en paz a través de la paz que yo pude encarnar después de un duro proceso.

Hoy convivo con esas pequeñas memorias que ya no me atormentan. Hoy convivo con realidades que dejaron de ser fantasmas. Hoy convivo con sus perfumes en el aire cuando, en mañanas tranquilas de domingo, su voz me dice: "Tutulita, lo estás haciendo muy bien". Y se aleja con un gesto pícaro de la mano de mamá que me sonríe en silencio achinando sus hermosos ojos celestes.


Imagen: Pexels.
Texto: Lourdes Mariel Sánchez Hirsch.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El poder como alimento

  Tal vez se trate de uno de los textos más reveladores y directos que haya escrito en años. Aunque siempre me caractericé por mi carácter d...