miércoles, 2 de febrero de 2022

El rincón más quieto

Strength

Todavía siento el golpe crudo de la luz dejándome ciega, todavía el hielo en mis dedos que persiguen letras desde la sombra. Todavía el rincón más quieto de la casa es casto: ese fue el destino que le di la vez que mis ojos se abrieron en la noche.

Todavía no veo a la serpiente morderse la cola. Cuántas cosas quedan quietas en rincones sin polvo, en rincones blancos y sublimes, en almohadas que no tienen el sabor del sexo ni el aroma de la conquista.

I'm falling, canto y nadie escucha mi melodía excepto un puñado de Dioses que juraron hacerlo siempre. Ellos no sienten pena por mí, me enseñaron cómo soltar las mías.

El ruido pedroso del oráculo besa la madera y muestra un símbolo de guerra: No soy yo, es la luz, dice una joven sacerdotisa que me mira a los ojos con la miel rebalsando en sus pupilas.

La última vez que fui libre me aparté de la seda blanca donde las huellas del pasado intentaron despedazarme.

Sostengo en mi mano izquierda una lanza dorada mientras mi derecha da origen a un fuego eterno. Mi pecho se cubre con la tela rasgada que alguien desechó en su nacimiento primero. El ojo desafiante coronado por los pétalos más dóciles repta entre mis pies elevados. Un hueco se abre en la tierra que me lleva al lecho de mi inmediato (re)nacimiento.

¿Quién le da el beso de despedida al rincón maldito de la memoria empuñada mientras la casa se llena de serpientes que me muerden la garganta?



Imagen: Pexels.
Texto: Lourdes Mariel Sánchez Hirsch.




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