martes, 1 de noviembre de 2022

"Maestros, les pido que me hablen de la muerte"

No, nunca deja de doler. Y, posiblemente, jamás deje de hacerlo mientras habites el plano físico y te vistas de traje humano. ¿Pero no es, acaso, maravilloso lo que ofrece en su paso? La posibilidad de renacer: renacer desde adentro y reconstruir afuera.

El silencio que escuchás cuando nos pedís respuestas y no te las damos es un instante de muerte.
El silencio es muerte, es vacío necesario donde toda posibilidad cabe.

La sombra al lado del rayo de sol es muerte que pronto será devorada por la luz que se moverá hacia su espacio. La brusquedad es muerte y también la serenidad lo es. La muerte está en todo y en todos. La muerte es en todo momento.

Aunque no la escuches ni la sientas ni la huelas, la muerte camina al lado tuyo siempre, a cada segundo. La muerte te tiene tomada del brazo y es tan bondadosa que, si tropezás, ella misma te levanta sin que te des cuenta como gesto de: "Seguí adelante, todavía no es tu momento".

La muerte es una sabia compañera, su presencia desgarra para generar huecos donde sea posible crear. Y aunque las palabras nunca son suficientes, ella permite ser utilizada para crear la más reveladora poesía.

La muerte juega todo el tiempo.
La muerte es dueña de infinitas máscaras.
La muerte se disfraza de velocidad y también de anticipo.
A veces te sorprende en la puerta de tu casa y, en ocasiones, te envía una carta tiempo antes para que la esperes con una taza de té caliente o recostado en tu cama.
Muchas veces te dice: "Cerrá los ojos y confiá, ya llego".
Otras, en cambio, te obliga a mirarla fijamente.

Muchos odian a la muerte porque es bellísima, es seductora, es magnética.
Cuando la muerte llama nadie puede resistirse, su voz es hechizante.

¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella y comprendiste su propósito?


Imagen: Pexels.

Texto: Lourdes Mariel Sánchez Hirsch.



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